Arte para liberarte

Un día nuestra querida pingüina Sasha caminaba por el patio de la escuela sin mirar a donde iba. Como consecuencia, se resbaló con un charco de agua causando que cayera sentada en el suelo. Le dolió mucho el golpe y para colmo todos en el patio vieron ese vergonzoso momento y se comenzaron a burlar de ella.

Sasha se levantó, se sacudió el agua y entró a la escuela con su cara ruborizada. No soportaba cuando se burlaban de ella y la hacían sentir demasiado mal.

Comenzó a caminar por los pasillos de la escuela, sintiéndose triste y molesta, cuando de pronto, escuchó una hermosa melodía. Tal parece, provenía del salón de música. La pingüinita se acercó hasta el umbral de la puerta del salón y vio al maestro Pluto, quien era un pulpo, tocando el piano con sus habilidosos tentáculos. La melodía hizo que Sasha se tranquilizara, olvidando lo que había vivido hace un momento, y haciéndola suspirar ruidosamente.

El maestro Pluto dejó de tocar al escuchar el suspiro y se volteó para ver quien estaba allí. Al ver a Sasha sonrió y la invitó a pasar. La pingüinita se sentó avergonzada en el taburete con el maestro de música el cual le preguntó por qué no estaba en el patio disfrutando del recreo. Sasha dudo un poco, pero decidió contarle lo que había pasado.

Por un momento, el pulpo pensó en decirle algo a la pingüinita, pero en cambio, al verla tan triste, decidió continuar tocando la melodía que tanto la había tranquilizado. Sasha, sorprendida, escuchaba encantada la hermosa melodía.

Al terminar la música el maestro volteó a ver a Sasha y le dijo que cuando él estaba de mal humor o triste recurría al piano para tranquilizarse y olvidarse de todos sus problemas.

—El piano me calma y sé que puedo contar con este instrumento para ayudarse a surgir cuando toco fondo—El maestro Pluto se rió—Quizás, esto suene extraño, pero así lo siento.

Sasha le dijo que quería saber cómo se sentía eso, pero que no sabía tocar el piano, a lo que el maestro de música respondió que siempre podía aprender a tocar algún instrumento o buscar otra forma de expresarse a través del arte.

De repente, sonó el timbre. La pinguinita se despidió de su maestro y se dirigió a su siguiente clase, la cual era su favorita: pintura.

Ese día el maestro de arte dejó que sus estudiantes pintaran en el lienzo lo que ellos quisieran. Sasha, que le gustaba tanto pintar con acuarela se emocionó mucho y tomó un montón de colores. Miraba el lienzo en blanco, pensando en qué podía pintar, pero no se le ocurría nada, solo podía pensar en lo que había pasado en el recreo. Estaba a punto de ponerse triste de nuevo cuando recordó también las palabras del maestro de música.

Fue entonces cuando sin ninguna idea en específico y solo con sus emociones a flote empezó a deslizar el pincel por el lienzo. Los colores se mezclaban, las formas que realizaba se juntaban creando algo armónico. No tenía una forma concreta y esto le gustaba a la pingüinita quien en ocasiones cerraba los ojos mientras la brocha se paseaba por el lienzo.

El maestro de pintura, quien era un chimpancé muy curioso, observaba a Sasha desde su escritorio, bueno, más que observar, admiraba, debido a la concentración de la pingüina que denotaba pasión por lo que hacía.

Cuando por fin terminó su obra, Sasha se sintió más liviana, como si al pintar se hubiese liberado de un peso. ¡Se sentía increíble, de eso no había duda!  A ella le gustaba mucho pintar, pero no se había dado cuenta de lo bien que se sentía cuando lo hacía para liberarse. Quizás el pintar para ella era igual que el piano para el maestro Pluto.

En tanto, el maestro de pintura se acercó a Sasha y observó lo que hizo. El chimpancé sonrió al ver el dibujo y le preguntó en que se inspiró, a lo que respondió que solo se dejó llevar por lo que sentía.

Para sorpresa de Sasha su maestro la felicitó, haciendo que se sintiera feliz. Esto despertó la curiosidad de sus compañeros sobre lo que había pintado asi que se acercaron para mirar. Al acercarse se dieron cuenta que el cuadro no era la gran cosa y le preguntaron al maestro porque ese dibujo tan “normal” o “sin forma” merecía sus felicitaciones. A continuación, el chimpancé les dijo:

— Chicos, esta clase no es solo para pintar bonito, va mucho más allá. La pintura o dibujo es arte y el arte es para expresar lo que sentimos, para mostrar cómo somos y transmitir lo que pensamos. El arte, de la forma que sea, nos invita a crear nuestro propio mundo y ver el de los demás. El arte no es solo una actividad o pasatiempo, es vida.

Estas palabras al parecer inspiraron a sus estudiantes dado que todos tomaron un nuevo lienzo y rehicieron su pintura. Todos menos Sasha que, por su parte, solo se quedó retocando su pintura, satisfecha con su trabajo y ansiosa por ir a contarle al maestro de Pluto que había encontrado la forma de expresarse mediante el arte tal y como él lo hacía.

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