Camping

Tanu y Manny juegan juntos en el bosque

Las risas de los chicos y las chicas se escuchaban por todo el bosque. Tanu y Manny siempre se la pasaban muy bien cuando iban a jugar al bosque, por esto, solían ir con frecuencia.  

Normalmente solo se adentraban un poco en el bosque para jugar, aunque siempre les dio curiosidad saber qué había más en lo profundo y cómo sería pasar una noche acampando allí.  

—Oye Tanu, ¿qué te parece si venimos a acampar? —preguntó Manny. 

—¡Me parece una gran idea! Seguro será muy divertido —dijo animado Tanu— ¿y si acampamos mañana? 

Manny asintió entusiasmado y dijo:  

—Entonces debemos hacer una lista de las cosas que necesitaremos. 

Así pues, Manny sacó de su mochila, que yacía en el suelo junto a las raíces de un árbol, dos hojas, un lápiz y un bolígrafo. Le dio una hoja y el lápiz a Tanu para que anotara al igual que él. 

Lo primero que debían llevar era una carpa (por suerte, Manny tenía una en su casa); lo segundo, necesitaban dos sacos para dormir (Manny también tenía una, pero Tanu no, así que decidieron compartirlo); las otras cosas que debían llevarlo cada uno eran: linternas, binoculares, encendedor y, lo más importante, comida. 

Cuando ambos tuvieron todo anotado guardaron las hojas y se despidieron con la promesa de encontrarse allí mismo al día siguiente a la misma ahora.  

Ya estando en su casa, Manny el mapache comenzó a guardar las cosas para el campamento. Mientras lo hacía se dio cuenta de que algunas de las cosas que necesitaba no las tenía en su casa, las cuales eran: el encendedor y la linterna. 

 Pensó que no debía preocuparse por esas cosas, ya que su amigo Tanu de seguro si llevaría los objetos que él no podía.  

Entonces, Manny terminó de empacar lo que tenía con esta idea en mente.  

A su vez, Tanu, a la hora de empacar, también tenía problemas para completar la lista. El monstruo no tenía un encendedor y la única linterna que tenía estaba defectuosa, pues su luz pestañeaba sin cesar, sin embargo, decidió empacarla.  

Por desgracia, Tanu, al igual que Manny, creyó que su amigo llevaría las cosas faltantes, así que no habría ningún problema al acampar.  

Ambos amigos se fueron a la cama ansiosos por ir mañana al bosque sin pensar que quizás cometían un error. 

Al día siguiente, ambos se encontraron en donde dijeron a la hora que dijeron, listos para vivir la experiencia de acampar. Sin preguntar y sin hablar sobre lo que a cada uno le faltaba se saludaron y se adentraron en el bosque con sus mochilas para comenzar su aventura. 

Caminaron y caminaron entre los frondosos árboles. Desde el comienzo de la caminata, Tanu, cada vez que pasaba junto a los árboles, rasguñaba la corteza para dejar una marca pque indicara el camino de regreso.  

De pronto, el mapache llama la atención de Tanu diciéndole que mirara al frente. Allí había un lindo estanque que nunca habían visto. Estaba rodeado de flores y su agua era cristalina. Al ver tanta hermosura decidieron acampar en ese lugar. 

Manny y Tanu se quitaron sus mochilas para empezar a armar la carpa.  

Comenzaron con mucho entusiasmo, pero a medida que lo hacían se dieron cuenta de que era más difícil de lo que pensaban, ya que cuando lograban levantar un lado, se caía otro. Esto era muy frustrante para ellos.  

Al cabo de un rato se sentaron en el suelo, molestos y con una carpa sin armar.  

—Se supuse que sería fácil armarla—dijo Manny haciendo puchero. 

—Y no lo fue, ¿ahora donde nos resguardaremos?—preguntó Tanu realmente preocupado.  

—No te preocupes, dormiremos en el saco de dormir al aire libre. Quizás, sea mejor dormir viendo las estrellas—dijo Manny para restarle importancia a la situación. Esto no convenció a Tanu, pero no dijo nada.  

Luego, ambos decidieron comer un poco antes de seguir. Tanu sacó de su mochila una bolsa de malvaviscos y se la enseñó a su amigo con una gran sonrisa.  

—Mmm, me encantan los malvaviscos —dijo Manny mientras se pasaba la lengua por los labios— Oye, ¿qué tal si hacemos una fogata para calentarlos un poco? Ya sabes, cómo hacen en las películas.  

—¡Está bien!  

—Recojamos unas ramas para la fogata —dijo Manny poniéndose de pie. Tanu también se puso de pie para ayudar. 

Al cabo de un rato tenía una pila de pequeñas ramas frente a ellos.  

—Ahora dame el encendedor—demandó Manny. 

—De acuerdo ¿en qué parte de tu mochila esta? —preguntó Tanu mientras se iba a buscar la mochila de su amigo.  

—No, yo no traje. Dame el que tú trajiste 

—Pero… Yo tampoco traje encendedor —respondió confundido el monstruito — no tenía y pensé que tú traerías uno.  

Se hizo un minuto de silencio entre ambos.  

—Es decir ¿que no tenemos como hacer una fogata?—preguntó algo molesto el mapache. 

—A menos que sepas hacer una con las manos, no. 

—¿Y ahora como haremos? —preguntó Manny llevándose las manos a la cabeza con desespero, pues pensaba en que sin carpa ni fuego pasarían frío toda la noche.  

—He odio que no son tan buenos cuando los calientas, así que no importa —respondió Tanu refiriéndose a los malvaviscos ya que creía que su amigo estaba hablando de eso. 

El monstruito comenzó a comerse los malvavisco sin darle importancia a lo que pasaba. Al verlo tan tranquilo Manny se dijo que quizás no importaba el fuego, ya con el saco de dormir tendrían para abrigarlos. Así que, despreocupado, se acercó para comerse algunos malvaviscos también. 

Las horas pasaron mientras ambos jugaban alrededor del estanque con sus binoculares o corriendo por allí. En ese momento se la estaban pasando tan bien que apenas se dieron cuenta de que ya estaba anocheciendo.  

Pero al ver que ya se iba el atardecer y la oscuridad se cernía sobre ellos Tanu le pidió a Manny que le prestara su linterna para tenerla cerca antes de que todo estuviese oscuro, ya que no le gustaba la oscuridad.  

—Usa la tuya, yo no traje porque no tenía en casa —dijo Manny mientras acomodaba el saco de dormir. 

—¡Pero la mía no sirve!—exclamó Tanu atemorizado. Le parecía terrible estar a oscuras en medio del bosque sin tienda y sin fogata. 

—¿Cómo que no sirve?—preguntó Manny molesto— ¿por qué no me dijiste? 

—Porque pensé que tú traerías una—respondió Tanu indignado por el tono del mapache. 

Manny le dijo a su amigo que quizás él podía repara su linterna. Por ello, Tanu le dio la linterna. El mapache comenzó a desarmarla para arreglar el error. Eso sí, sin ningún conocimiento sobre reparación de artefactos, solo con la idea de que no sería difícil reparar algo pequeño. 

Mientras tanto, Tanu comenzó a titiritar del frio, aunque siendo honesta, seguramente era de miedo por ver como el bosque pasaba de ser un lindo lugar a uno aterrador con sombras y ruidos por doquier. Quería esconderse, pero no sabía dónde. Comenzó a mirar a su alrededor y vio el saco de dormir en el suelo.  

Tanu decidió acurrucarse dentro de él, pero para su disgusto el saco se veía pequeño a comparación con el tamaño de su gigante cuerpo. Sin embargo, el miedo le ganaba, por ello, intentó entrar en él.  

A pesar de que el saco era muy angosto logró entrar, pero no podía moverse de lo ajustado que estaba allí. Tanu parecía una oruga en un capullo, estaba atrapado.  

Sintiéndose asfixiado empezó a llamar a Manny quien se volteó para verlo. 

Al ver a su amigo en esa situación comenzó a reír, pero a Tanu no le hacía gracia. Gruñó malhumorado haciendo que Manny se asustara y apresurara para sacarlo. Manny intentó abrir la cremallera del saco, pero esta se rompió repentinamente. “¡Lo que Faltaba!”, pensó el mapache. 

Manny jaló el saco, los cabellos de la cabeza de Tanu y nada. ¡Estaba muy atorado! 

—Dijiste que ambos íbamos a caber aquí y ahora mírame, ¡ni si quiera me puedo mover!—se quejó el monstruito.  

—Supuse que ambos entraríamos en él porque he dormido así con mi hermano 

Mientras Tanu se quejaba, Manny no se le ocurrió otra idea para sacarlo de allí que romper el saco de dormir. Así que pasó su filosa uña por el borde del saco causando que este se abriera. Ahora, Tanu era libre, pero Manny estaba preocupado porque el saco estaba arruinado. “Mi papá me regañaráa”, pensó. 

—Gracias, creí que estaría atrapado allí para siempre—dijo Tanu aliviado. 

—Sí, sí, pero ahora no tenemos ni tienda, ni fogata, ni saco de dormir, ni linterna—Manny estaba muy molesto. 

—¿Y qué pasó con mi linterna?—preguntó Tanu nuevamente aterrado. 

—¿Qué crees? No sirve, ahora ni enciende, ¿no pudiste traer una que funcionara? 

Eso fue el colmo para Tanu quien furioso comenzó a echarle la culpa de todo a Manny.  

—Se supone que tu sabias armar la tienda, que ambos entraríamos en el saco, que traerías las mismas cosas que yo, pero no sabes hacer nada y no has traído nada y, para colmo, has dañado mi linterna— vociferó Tanu con el ceño fruncido y con una mueca en la boca. 

—No es mi culpa— dijo Manny indignado por las acusación—  ¡Es tú culpa! Yo por lo menos traje la carpa y el saco, pero se supone que tú debías traer el encendedor también, al igual que una buena linterna, pero solo trajiste malvavisco de los cuales te comiste la mayoría.  

La discusión no paró hasta que se sintieron agotados, pues ninguno entendía que el error había sido de ambos al no hablar, sino dar por hecha las cosas. Ahora, debido a sus suposiciones, estaban en problemas, ¿Cómo saldrían de esa situación?  

Tanu comenzó a pensar como volver a casa, pero no se le ocurrió nada, así que comenzó a llorar de miedo. La oscuridad le daba miedo, sentirse solo le daba miedo y los ruidos del bosque también le daban miedo. Sin duda, ese campamento había sido un fracaso. 

Manny escuchó los lamentos de su amigo y suspiró. “Pobre Tanu”, pensó el mapache.  

Se puso de pie para ir a verlo y le dijo: 

—Tranquilo, no hay ningún peligro por estos lados, solo es la brisa—dijo Manny poniéndole una mano en el hombro. 

—¿Y cómo sabes eso si no se ve nada,?— preguntó Tanu entre sollozos y con tono molesto. 

—Los mapaches somos semi-nocturnos, puedo ver todo en la oscuridad. 

—Que suertudo eres, ya quisiera yo poder ver—dijo el monstruito mientas se limpiaba las lágrimas de la cara. 

—Sí, ¿pero de que me sirve?, no recuerdo el camino para volver a casa—comentó Manny en voz baja, triste por sentirse inútil a pesar de tener la ventaja de poder ver. 

“¿Recordar el camino?”, pensó Tanu. Entonces, recordó algo importante. 

— Oye, oye, oye, ¡yo marque el camino en los arboles con mis garras!, si puedes verlas podremos salir de aquí ¡y volver a casa!—exclamó emocionado, pues había una esperanza de salir de allí.  

Manny se sorprendió, no sabía que Tanu había hecho tal cosa.  

Con rapidez, le dijo al monstruito que lo ayudara a recoger las cosas.  

Cuando terminaron, Manny comenzó a buscar las marcar de garra de Tanu en los árboles. Cuando halló la primera se emocionaron tanto que brincaron y gritaron de la felicidad.  

Luego de encontrar la primera, fue bastante sencillo para el mapache encontrar las otras marcas, pues Tanu marcó los arboles uno tras otro haciendo que no hubiese duda del camino a seguir. 

 A los pocos minutos ambos se hallaba a las afueras del bosque con vista a las casas de la ciudad.  

¡Eureka!, ¡lo habían logrado! 

El mapache y el monstruo se dieron un fuerte abrazo de felicidad mientras reían. Al notar esa sensación de reconciliación recordaron como habían discutido y, sintiéndose apenados, ambos decidieron disculparse.  

—Lo siento—dijo Tanu— Fue mi culpa. Debí decirte las cosas que no pude traer, pero yo estaba tan seguro que tú las traías que ni me moleste en decirte.  

—No fue solo tu culpa, sino de ambos—dijo Manny— yo tampoco te dije nada ni te pregunté. Supuse que tendrías todo lo de la lista y no me detuve a pensar si también a ti te faltaban cosas.  

—Entonces, prometamos no volver a suponer nada y a hablar las cosas para no meternos en problemas otra vez—dijo Tanu a la vez que alzaba su dedo meñique como símbolo de promesa. Manny asintió y entrelazó su dedo meñique con el de Tanu para cerrar la promesa que desde ese momento debían cumplir.  

Esa noche volvieron a casa con una lección. Aprendieron que dar por sentado las cosas sin tener ninguna evidencia sobre eso (es decir, suponer) no es bueno de ninguna forma, ya que podemos acabar desilusionados o metidos en problemas. Por ello, se debe hablar, preguntar y verificar si lo que creemos es cierto o no. 

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