Día de Safari – Parte I

Manny estaba emocionado, y es que ¿cómo no? si él estaba en una de las mejores reservas naturales de ¡África!
Era la primera vez que iba, así que estaba ansioso por aprender sobre el lugar, su gente, probar la comida y, por su puesto, ver a los animales salvajes que habitan en ese increíble continente.
La familia de Manny se estaba preparando para irse a un safari, que no es más que una expedición en auto para ver a los animales salvajes. El guía de la expedición era un carismático canguro que sabía mucho sobre África.
Durante el safari Manny observó con sus binoculares el inmenso paisaje mientras escuchaba la explicación del canguro sobre el hábitat. En la primera parada que hicieron vieron jirafas caminar y comer hojas de algunos árboles. Siguieron conduciendo hasta hallar a un grupo de cebras que comían pasto.
El viaje hasta ese momento fue maravilloso, pero luego hubo un inconveniente.
Mientras la familia mapache se maravillaba al ver a unos avestruces se escuchó un ruido que hizo que las aves salieran corriendo asustadas. El guía estacionó el vehículo para examinar lo que había pasado. Se percató de que una de las llantas del auto se desinfló causando que no pudieran seguir con la expedición.
El canguro les dijo a los mapaches que se bajaran del auto para poder cambiar la llanta y, mientras, ellos podían tomar fotos, pero sin alejarse demasiado.
Sin perder tiempo Manny se bajó del auto y sacó de su mochila roja su cámara. Comenzó a tomar fotos de casi todo lo que veía: los árboles, el cielo azul, del canguro reparando el auto… de todo. Manny se dejó llevar por la fascinación y comenzó a alejarse poco a poco sin que nadie lo notara.
El pequeño mapache quedó boquiabierto al ver a una manada de elefantes a lo lejos y, decidido a tomarles una foto, se alejó a un más. Corrió para lograr una buena foto y cuando estaba a punto de tomarla escuchó un llanto. Se escuchó muy cerca de donde él estaba, así que comenzó a mirar a su alrededor. Al observar el suelo con detenimiento lo vio.
Un pequeño gatito estaba escondido entre la hierba amarilla. El mapache lo tomó en brazos haciendo que la cría dejara de chillar. Era tan hermoso y tierno que no se resistió a acariciarlo.
Pero entonces pensó: “¿Dónde está su mamá?, ¿qué hace un gatito tan pequeño solo en este lugar tan peligroso?, ¿qué hago yo solo en este lugar tan peligroso? …” Sin pensar más Manny guardó al pequeño gatito dentro de su mochila, que abrazó con cuidado, y corrió atemorizado hasta el auto.
Cuando Manny llegó con los demás se dio cuenta de que nadie notó que se alejó. Se alegraba de ello, pues sino lo habrían regañado. Por suerte, el guía ya había cambiado la llanta y podían continuar con la expedición, con la única diferencia de que ahora había un tripulante de más aborde del auto.
Cuando el safari terminó, Manny corrió hacia la cafetería que había en la reserva y compró un cartón de leche. Luego fue hasta la habitación en la que se hospedaba con su familia, tomó un vaso que estaba en la habitación y sirvió la leche. Sacó de la mochila al confundido gatito y le puso el vaso en frente para que bebiera. El gatito tomaba la leche con rapidez y desespero.
— Tenías mucha hambre, ¿no?
—¿Por qué saliste corriendo y con quién hablas? —preguntó Tony entrando a la habitación.
Manny se erizó del susto y no supo que decir o hacer. Su hermano no tardó en darse cuenta de lo que tenía entre sus brazos. Asombrado, se acercó para ver de cerca a la pequeña criatura. Le preguntó fascinado a su hermano de donde había sacado a ese leoncillo, a lo que Manny respondió exclamando:
—¡¿Leoncillo?!, ¡¿Es un león?!
—Por supuesto que lo es—dijo a la vez que acariciaba al felino.
Manny le contó como lo había encontrado y que su única reacción fue llevárselo consigo para protegerlo. A Tony le pareció una buena decisión dado que allí en la reserva podían cuidar de la cría de león. Le preguntó a Manny cuando pensaba dárselo a los de la reserva, a lo que este contestó que le gustaría quedarse con él un poco más ya que puede que más nunca pueda tener un león entre sus brazos.
Tony dudó. No creía buena idea tener un león dentro de su habitación, pero también quería tenerlo consigo, por tanto, ambos llegaron a la decisión de cuidarlos a escondidas hasta el día en que se fueran de la reserva.
—¿Qué hacen? —preguntó Mina entrando a la habitación.
Manny y Tony se vieron a los ojos porque ahora debía ser un secreto de tres. Mina se llevó las patas a la cara y gritó de emoción al ver al felino.
Ambos mapaches convencieron fácilmente a Mina sobre su plan de conservar al león por un tiempo. Mina estaba tan feliz que hasta se ofreció en ese momento a entretener a mamá y papá, quienes estaban a punto de entrar a la habitación. La excusa de Mina fue que quería dar un paseo con ambos.