Las aventuras del explorador emocional intergaláctico – II Parte

En el episodio anterior: la nave del explorador chocó con un planeta
desconocido. Un monstruo gigante y nada amigable lo observó. El explorador
comenzó a temblar y salió corriendo. Pelear con ese monstruo feo no era buena
idea. Rápidamente el monstruo comenzó a perseguirlo, rugía y parecía que tenía
fuego en los ojos. Parece que el explorador no tiene escapatoria, lo más seguro es
que tenga que enfrentar al monstruo. ¿Podrá reunir la valentía necesaria para
hacerlo? Descúbrelo en este episodio.
—El explorador se quedó mirando al monstruo rojo que tenía enfrente. Respiro
profundamente y después de unos segundos por fin pudo abrir la boca.
—Con voz temblorosa dijo: no te tengo miedo
El monstruo se rio a carcajadas y dijo: claro que me tienes miedo, porque yo
soy el mismísimo miedo ha ha ha, no intentes hacerte el valiente conmigo
—¿El miedo? ¿Cómo es eso de que tú eres el miedo?
—Si humanito, el miedo, yo soy el miedo. Soy eso que te hace sentir pequeño,
eso que te hace pensar que no vas a poder, eso que te paraliza y hace
temblar tu cuerpo. El miedo es lo que hace que huyas o pelees. Así que no
digas que no me tienes miedo porque se nota que sí
—Ah bueno creo que sí, si siento miedo. Pero no te tengo miedo a ti, aunque si,
sí me dan miedo otras cosas. Por ejemplo, me dan miedo las arañas, la
oscuridad, los truenos cuando suenan muy fuerte, el sonido de los globos
cuando explotan, y bueno hay muchas cosas que me dan miedo o me
asustan. Al principio me asustaste porque parecía que me ibas a hacer daño,
pero ahora que te veo bien, no me das miedo, hasta me pareces amigable.
—¿Amigable? Imposible, nadie quiere ni puede ser amigo del miedo
—Pues yo si quiero ser tu amigo. Creo que tu no quieres asustar a nadie, en
realidad lo que quieres es proteger a las personas y por eso las mantienes
alerta.
—Puede ser, no lo había visto de esa forma. Lo que en realidad quiero es que
todos estén bien por eso trato de que todo les de miedo, para que estén
siempre a salvo. ¡Qué explorador tan inteligente me caes muy bien! Cierto, vi
que tu nave se rompió al aterrizar ¿quieres que te ayude a repararla?
—Sí, por favor ayúdame. Ya he visitado varios planetas y me siento cansado,
quiero regresar a mi casa
Después de unos minutos de una intensa reparación, la nave estaba lista para
despegar de nuevo. El explorador abrazó al miedo antes de irse, se despidió y subió
rápidamente a su nave. Estaba listo para volver a casa.
—Mamá, mamá – fue corriendo hacia el sofá donde estaba sentada
—¿Qué pasa mi amor?, ¿dónde estabas?
—Si te cuento todos los lugares que visité hoy no me creerías. Pero quiero
preguntarte algo que nadie me ha podido responder. Hay veces que siento
que el cuerpo se me tensa y la cara se me pone roja, quiero gritar y lanzar
cosas. Es como si fuera a explotar en cualquier momento. ¿Esto que estoy
sintiendo tiene un nombre? ¿Es algo que les pasa a todos o solo a mí? No me gusta sentirme así.
—Mi pequeño explorador, gracias por contarme lo que estás sintiendo. Eso que
sientes se llama ira, furia o rabia. Es normal y a todos nos pasa que sentimos
ira cuando algo no nos gusta o no nos parece justo. Cuando te sientas así
puedes contarme, juntos podemos respirar, romper papeles, o lanzar una
pelota contra la pared.
—Gracias, mamá. Por fin encontré un nombre para poder describir lo que estaba
sintiendo.
El explorador abrazó a su mamá por un largo rato. Se sentía tranquilo y feliz porque
sabía que tenía a alguien que entendía lo que le pasaba, alguien a quien contarle lo
que sentía, alguien que escuchaba atentamente y sin juzgar. En ese momento supo
que podía explorar el universo de las emociones cuantas veces quisiera, pues su
mamá siempre estaría ahí para acompañarlo.