Rostro manchado de verde

Todos en el salón tenían puestos sus batas y gafas de protección ya que veían su primera clase de química. El problema es que era muy aburrida pues el profesor de química, un monstruo verde llamado Fausto, era muy lento explicando. 

—Ahora… agreguen el químico de color… azul con sumo… cuidado —dijo el profesor de química. 

Sasha hizo lo que el profesor dijo mientras Manny examinaba los nombres de los frascos y tubos de ensayo que había sobre la mesa donde trabajaban los dos juntos. El mapache estaba seguro de que si mezclaba ciertos químicos podría lograr una fusión única que haría una mezcla pegajosa del color de un arcoíris. 

La pingüina vio con temor como Manny empezó a verter en un recipiente distintos químicos. Preocupada, le preguntó en voz baja qué si se había vuelto loco, a lo que su compañero respondió que se calmara, que sabía lo que hacía.  

Mientras el profesor seguía dando las indicaciones Manny mezclaba químicos. Como consecuencia de mezclar todo lo que se consiguió sobre la mesa la mezcla se tornó verde y comenzó a burbujear. Sasha gritó “PROFESOR” en un llamado de auxilio, pero ya era tarde. Los químicos explotaron haciendo que Manny se embarrara toda la cara de una mezcla verde y viscosa. El profesor de química y Sasha estaban espantados, en cambio, los otros compañeros del laboratorio se comenzaron a burlar del mapache. 

—¿Qué mezcla es esa?, ¿acaso es para convertirte en un moco? —dijo uno haciendo que la mayoría de la clase riera. 

El profesor Fausto le dijo a Manny que fuera al baño rápido a limpiarse. Entonces, Manny corrió al baño.  

Cuando estuvo allí mojo su rostro peludo y lo frotó con jabón. La baba verde caía en el lavamanos de porcelana blanco, dejando todo manchado de verde a su paso. Se alivió un poco al ver como su rostro ya no tenía baba, pero su pelaje estaba verde, por ello, siguió lavándose. Se lavó una vez. Tres veces. Cinco veces y todavía su pelaje estaba verde. Fue entonces cuando el mapache entró en pánico y gritó. 

Sasha, quien iba corriendo lo más rápido que podía por el pasillo en dirección al baño para ayudar a su amigo, escuchó el grito. Preocupadísima por Manny estaba dispuesta a entrar al baño, pero no fue necesario pues el mapache salió de allí con una pinta que hizo gritar a la pingüina.  

El pelaje de la cara estaba todo mojado y de color verde, las patas delanteras de Manny estaban también manchadas de verde y la mirada que tenía acompañada de su mueca de disgusto de verdad que asustaba.  

—¡No se me quita! —exclamó alterado. Sasha se llevó una mano al pecho en busca de controlar sus nervios. “Que desastre”, pensaba—. Me he lavado muchas veces y ¡no sale el color! 

Sasha se apresuró a decirle que se calmara para poder hallar una solución, pero Manny replicó: 

—¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡Esto es terrible! 

Entonces, Sasha le recriminó que eso le pasaba por mezclar todos esos químicos sin tener cuidado. Manny se molestó a un más porque no era momento de echarle en cara que metió la pata, necesitaba quitarse la pintura. 

La pingüina suspiró y le dijo a Manny que el profesor les había dado permiso para irse a casa con el fin resolver el problema. Ambos se fueron del colegio directo a la casa de la pingüina porque era la que quedaba más cerca de la escuela. 

 Al llegar empezaron a probar de todo: jabones de distintos tipos, champú, mascarillas, además, se exfolió y peino los cabellos del rostro, pero nada pasó, seguía verde. Al ver que nada daba efecto Sasha decide decir palabras alentadoras para su amigo que estaba alterado. 

—Bueno, pudo ser peor. Pudo haber caído la mezcla sobre tu cuerpo también—. Manny ni si quiera volteo a mirarla—. Míralo por el lado bueno, ahora podrás camuflarte entre los árboles o arbusto, seguro que ningún mapache puede hacer eso, así que ¡ánimo! 

—¡Si, porque ninguno tiene la cara verde! —dijo molesto. Luego, ese enojo fue remplazado por tristeza al verse derrotado—. Me voy a casa. 

—Espera, seguro podemos hacer algo más—dijo Sasha apresurada mientas miraba a su alrededor. 

Pero el mapache no hizo más que despedirse y dar las gracias por intentar ayudarlo. Al irse Sasha se sintió muy mal, pues ella solo había querido consolar a Manny y ayudarlo, pero todo había salido terriblemente mal. 

De repente, Sasha vio como alguien abrió de nuevo la puerta de su casa y se emocionó creyendo que era Manny que había regresado, pero no, era su mamá.  

La mamá de Sasha vio la expresión triste de su hija al verla llegar y le preguntó que le ocurría. La pingüina le contó todo y también le dijo lo mal que se sentía por su amigo, pues ella solo quería ayudarlo. Mamá pingüino pensó un poco antes de hablar. 

—Hijita, lo que pasa es que la forma en la que intentaste animar a Manny no hizo más que ponerlo más triste. Sé que no lo hiciste con esa intensión, pero eso no mejora las cosas—Mamá pingüino llevó a Sasha hacia el sofá y se sentaron juntas—. La mejor forma de ayudar a alguien triste no es estresarlo o darle a entender que debe estar feliz. Debes darles tiempo para pensar y animarlo a desahogarse, ser su amigo con el cual puede hablar y confiar. 

Al recapitular todo lo que le había dicho a Manny se sintió mal. Ella de verdad quería animarlo, no hacerlo sentir peor. Entonces, gracias a las palabras de su madre, Sasha fue a casa de Manny para disculparse.  

Al llegar a la casa de su amigo mamá mapache la recibió y le dijo que Manny se encontraba en su cuarto, así que subió las escaleras a su encuentro. Manny se encontraba recostado en su cama llorando. Al verlo así se le partió el corazón e impulsivamente lo abrazó haciendo que el mapache se asustara por la sorpresa. 

Le preguntó que hacía en su cuarto a lo que Sasha respondió que fue a disculpase por no haber tomado tan en cuenta sus sentimientos. El mapache le dijo que ciertamente sus palabras solo lo agobiaban, pero que sabía que lo había hecho con buena intención, por tanto, la perdonaba.  

Mientras los dos se daban un abrazo de reconciliación mamá mapache entró en la habitación con un envase pequeño en la mano.  

—He llamado a tu profesor de ciencias para pedirle ayuda y ha venido para dejarme este ungüento que ayudara a quitar el color verde de tu cara. 

Mamá mapache se paró frente a su hijo y comenzó a agregar con su mano la mezcla. Dejaron reposar el ungüento por cinco minutos y al removerlo se podía apreciar cómo caía el tinte verde del pelaje. Todos estaban muy felices cuando Manny salió del baño con su rostro limpió sin ningún rastro de verde. 

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